Carcoma -Layla Martínez- y Tierras muertas -Núria Bendicho-

Tierras muertas que consumen todo lo que pillan por delante, dejando a su paso un entorno hostil, crudo, yermo y sin alma. Una historia cruda y brutal que absorbe poco a poco; una atmósfera opresiva y llena de oscuridad de la que es difícil desprenderse.

«Pero entonces una noche alguien de casa se cargó a mi hermano Joan agujereándole el vientre con un cartucho de escopeta. Y por mucho que me esforzara en creer que podía haber sido alguien de fuera, la torpeza de todos ellos para ocultarlo y querer cerrarlo todo lo antes posible sin hacer preguntas me sirvió para corroborar el hecho de que ellos también habían tratado de engañarse a sí mismos toda la vida. De que aquella maldad que siempre me había esforzado por contener, por evitar que saliese de allí, era peor de lo que creía».

La Carcoma avanza a paso lento, constante, sin pausa, convirtiendo todo en polvo. Con suerte y afinando el oído igual escuchas un ruido sordo, como de roer, un aviso. Afortunada serás si consigues escapar,  porque una vez la oyes, no hay vuelta atrás. Por lo general, será silenciosa, metódica, se meterá dentro y seguirá rumiando y consumiendo días, semanas, años, siglos…

«Mi padre no le había regalado aquella casa, la había condenado a vivir en ella. Se había construido sobre el cuerpo de aquellas mujeres y se mantenía sobre el de mi madre. Sobre su dolor y su miedo. No era un regalo, era una maldición».

En estas dos historias nada sobrevive, excepto el pasado; ese, está más presente que nunca, porque ni olvido ni perdón para aquellos que construyeron sus reinos con la sangre de las nuestras y los nuestros. 

La venganza es lo único que la Carcoma y las Tierras muertas no destroza, al contrario, la cuidan, alimentan y la endulzan «En el pasillo la niebla había desaparecido, solo quedaba el rencor y el resentimiento de siempre pegado a las paredes y a los suelos como postilla como costra», el veneno ha llegado a la familia. 

De lo mejorcito que he leído en años.

«No tienes por qué llorar, porque cuando  mueres ya no sientes nada. Es cuando estás vivo cuando las cosas queman».